miércoles, 28 de enero de 2015

Carreras de montaña en el Parque Nacional

En el último número de la revista Quercus (nª 347 de enero de 2015) hay un interesante artículo que llama la atención sobre el impacto de las carreras de montaña en espacios "protegidos", particularmente en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (Ferrnández Arroyo 2015). Denuncia la ausencia, no ya de limitación, ni si quiera de regulación de esta actividad en un Parque Nacional, convertido en cancha deportiva a juzgar por las carreras celebradas en 2014: unas 40 competiciones que reunieron de 15.000 a 20.000 participantes. ¿Es esto un éxito para un Parque Nacional?. Actividad que se suma a la masiva afluencia de visitantes, con varios sitios ya sobreexplotados turísticamente como La Pedriza (la relación de impactos señalada en el artículo es brutal, desde todo tipo de actividades recreativas al sobrepastoreo de la cabra montés) o, me permito añadir, las cumbres de Peñalara, donde la fácil ascensión desde el Puerto de Cotos convierten el sendero de ascenso en una de las vías más concurridas del entorno serrano, más que muchas calles de los municipios del parque. 

Ciertamente el senderismo e incluso dichas carreras podrían tener un bajo impacto sobre la flora si se controla el número de personas que transitan por los senderos, para que no se vean desbordados (lo que pasa por limitar la afluencia), se realizan labores de mantenimiento, o se desvían dichos senderos de las zonas más sensibles a la erosión o de las zonas con especies sensibles al pisoteo.

El impacto no es desconocido sobre la flora. Precisamente en el antiguo Parque de Peñalara es donde se ha estudiado el impacto del senderismo en una planta de turbera como es Pinguicola grandiflora (Martínez y Vázquez-Dodero 2000), lo que motivó que algunas sendas del citado Parque fueran acondicionadas. Sorprendentemente nada se ha hecho para evitar el pisoteo de una de las joyas de la Sierra de Guadarrama, Senecio boissieri, endemismo ibérico de Picos de Europa, las sierras más altas del SE peninsular y la Sierra de Guadarrama. Aquí aparece restringido a pastizales secos del entorno de dos senderos permitidos, divulgados y muy frecuentados del ahora Parque Nacional, como es el mencionado sendero de ascenso a Peñalara o el que recorre la Cuerda Larga, por lo que aparece como una de las especies más afectadas por el tránsito fuera de senderos o la ampliación incontrolada de los mismos.

Senecio boisieri, Dos Hermanas 24/7/2014.
Especie declarada de Interés Especial en la Comunidad de Madrid (Decreto 18/1992), propuesta 
recatalogar Vulnerable (Blanco 1999) y de Atención Preferente en Castilla y León (Decreto 63/2007). 
Gravemente amenazada por pisoteo, ninguna medida se  ha tomado para su conservación.

Otra especie que parece afectada por estas competiciones deportivas descontroladas es otra de las más raras y amenazadas como es Androsace vitaliana: la única población conocida en toda la Sierra de Guadarrama, cercana al puerto de Navafría, apareció en 2014 afectada por severas perturbaciones, con el terreno removido formando pequeños socavones, de forma similar a lo que ocurre cuando se desciende a favor de fuerte pendiente en materiales sueltos. Dada la envergadura de las huellas debió de ser por un nutrido grupo de cabestros, digo personas. 

Androsace vitaliana subsp. assoana. Alto del Puerto, 23/6/2014.
Considerada en el Libro Rojo español Vulnerable (Moreno 2008) y de Interés Florístico Local en el
Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (Decreto 4/2010 de Castilla y León). Esta población es seguida por el
Sistema de Seguimiento de la Flora Española (por lo menos en 2010, ya veremos si en el futuro).



lunes, 19 de enero de 2015

Primera parte del volumen XVI de Flora Iberica: Compuestas Carduoidae

Ya ha salido publicado el volumen XVI (I) de Flora Iberica dedicado a la subfamilia Carduoideae de las Compuestas, que incluye la mayoría de los "cardos" (denominación vulgar de casi cualquier hierba espinosa perteneciente a esta u otras familias). Como decíamos en una entrada anterior, esta familia de las Compuestas contará con tres tomos, lo que da idea de la abundancia de especies en la flora ibérica. Y no es que sean livianos: este primero consta de 734 páginas para describir 29 géneros, algunos tan importantes como Centaurea, con 94 especies descritas. Otros géneros interesantes para la flora guadarrámica son Cirsium y Carduus, a los que se puede añadir: Carlina, Onopordum, Jurinea, Crupina, Serratula, Rhaponticum, Carthamus, etc.


La mayoría de las novedades nomenclaturales ya habían sido incorporadas al catálogo, pues el género Centaurea (en el que más cambios ha habido) ya había sido publicado en varios artículos previos. 

Una crítica que se puede hacer es que deberían ser más rigurosos con lo que señalan como flora alóctona, dado que esta es una obra de referencia en los catálogos de especies invasoras, de forma que no se estigmatice a especies para las que tal consideración es una mera suposición, como ocurre con casi todas los consideradas arqueófitas o introducidas antes de 1500 (salvo unas pocas especies cultivadas). Un ejemplo es el de Centaurea cyanus señalada como "posiblemente nativa del SE de Europa y W de Asia; extendida desde muy antiguo por Europa y otras regiones junto a los cultivos de cereal" y señalada con el signo de alóctona en todas las provincias en que aparece (Devesa & Muñoz 2014). ¿Se está seguro de tal hipótesis?, ¿a que se refiere lo de antiguo? ¿del neolítico?. Esta es una consideración tradicional, por su carácter frecuentemente arvense pero con escaso fundamento, como si la Península Ibérica no hubiera sufrido perturbaciones hasta el neolítico. Si esta especie persiste en la Sierra de Guadarrama en zonas donde hace más de 50 años que no se cultiva cereal, cabe suponer que antes de la introducción de la agricultura pudiera tener hábitats semejantes, aunque en cualquier caso el cultivo de cereal la haya favorecido notablemente. Un caso paradigmático y bien estudiado es el de la tortuga mora según un reciente artículo de la revista Quercus (nº 347, Gracia et al. 2015): considerada habitualmente introducida por la falta de registro fósil en Europa occidental (un dato, no una suposición), consideración aparentemente confirmada con los primeros estudios genéticos que relacionaban las poblaciones ibéricas con las del N de África, y así se señala en el Atlas y Libro Rojo de los anfibios y reptiles de España; el patrón genético (analizando varios marcadores) de la especie en ambas orillas del Mediterráneo ha revelado que ciertamente la población del sureste peninsular procedería del entorno de Orán (Argelia) pero datado hacia finales del Würm, hace 20.000-30.000 años, lo que apunta una posible colonización natural a bordo de balsas de vegetación.

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