En el último número de la revista Quercus (nª 347 de enero de 2015) hay un interesante artículo que llama la atención sobre el impacto de las carreras de montaña en espacios "protegidos", particularmente en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (Ferrnández Arroyo 2015). Denuncia la ausencia, no ya de limitación, ni si quiera de regulación de esta actividad en un Parque Nacional, convertido en cancha deportiva a juzgar por las carreras celebradas en 2014: unas 40 competiciones que reunieron de 15.000 a 20.000 participantes. ¿Es esto un éxito para un Parque Nacional?. Actividad que se suma a la masiva afluencia de visitantes, con varios sitios ya sobreexplotados turísticamente como La Pedriza (la relación de impactos señalada en el artículo es brutal, desde todo tipo de actividades recreativas al sobrepastoreo de la cabra montés) o, me permito añadir, las cumbres de Peñalara, donde la fácil ascensión desde el Puerto de Cotos convierten el sendero de ascenso en una de las vías más concurridas del entorno serrano, más que muchas calles de los municipios del parque.
Ciertamente el senderismo e incluso dichas carreras podrían tener un bajo impacto sobre la flora si se controla el número de personas que transitan por los senderos, para que no se vean desbordados (lo que pasa por limitar la afluencia), se realizan labores de mantenimiento, o se desvían dichos senderos de las zonas más sensibles a la erosión o de las zonas con especies sensibles al pisoteo.
El impacto no es desconocido sobre la flora. Precisamente en el antiguo Parque de Peñalara es donde se ha estudiado el impacto del senderismo en una planta de turbera como es Pinguicola grandiflora (Martínez y Vázquez-Dodero 2000), lo que motivó que algunas sendas del citado Parque fueran acondicionadas. Sorprendentemente nada se ha hecho para evitar el pisoteo de una de las joyas de la Sierra de Guadarrama, Senecio boissieri, endemismo ibérico de Picos de Europa, las sierras más altas del SE peninsular y la Sierra de Guadarrama. Aquí aparece restringido a pastizales secos del entorno de dos senderos permitidos, divulgados y muy frecuentados del ahora Parque Nacional, como es el mencionado sendero de ascenso a Peñalara o el que recorre la Cuerda Larga, por lo que aparece como una de las especies más afectadas por el tránsito fuera de senderos o la ampliación incontrolada de los mismos.
El impacto no es desconocido sobre la flora. Precisamente en el antiguo Parque de Peñalara es donde se ha estudiado el impacto del senderismo en una planta de turbera como es Pinguicola grandiflora (Martínez y Vázquez-Dodero 2000), lo que motivó que algunas sendas del citado Parque fueran acondicionadas. Sorprendentemente nada se ha hecho para evitar el pisoteo de una de las joyas de la Sierra de Guadarrama, Senecio boissieri, endemismo ibérico de Picos de Europa, las sierras más altas del SE peninsular y la Sierra de Guadarrama. Aquí aparece restringido a pastizales secos del entorno de dos senderos permitidos, divulgados y muy frecuentados del ahora Parque Nacional, como es el mencionado sendero de ascenso a Peñalara o el que recorre la Cuerda Larga, por lo que aparece como una de las especies más afectadas por el tránsito fuera de senderos o la ampliación incontrolada de los mismos.
Otra especie que parece afectada por estas competiciones deportivas descontroladas es otra de las más raras y amenazadas como es Androsace vitaliana: la única población conocida en toda la Sierra de Guadarrama, cercana al puerto de Navafría, apareció en 2014 afectada por severas perturbaciones, con el terreno removido formando pequeños socavones, de forma similar a lo que ocurre cuando se desciende a favor de fuerte pendiente en materiales sueltos. Dada la envergadura de las huellas debió de ser por un nutrido grupo de cabestros, digo personas.